jueves, febrero 22, 2007

El arpa que todos llevamos dentro.


Sofía Pollak Podlech

Estudiante de canto lírico en la P. Universidad Católica de Chile.


El roce del alma


Sin duda, algo necesario para cualquier criatura de Dios, es internarse en el espíritu de un convento; acudir a un monasterio es siempre néctar para el alma

.

Tal como corresponde, es Dios quien nos toma de las orejas en el momento preciso y nos invita a abrir nuestra alma a El.


Hace tres semanas estuve en el Monasterio Benedictino de Rengo para hacerle clases de canto a las monjas. Y entre vocalizaciones y ayudas técnicas, pude concretizar que, más importante que el material vocal, es la intención que ponemos en lo que hacemos, hacia qué lo proyectamos.


Sin duda, aquello que proyectamos hacia Dios, de por sí es Divino…Entre tanto, creo saber qué es el alma: para mí es un instrumento musical ubicado en la fibra de nuestro ser.
Es algo así como un arpa que al sentir el roce del aliento crea el sonido más puro y dulce jamás producido.


Tan increíble es este sonido que llega, primero que todo, al corazón: lo acaricia, lo llena.

Luego atraviesa nuestro ser hasta posarse en la mirada y son los ojos los que cantan.

Nada mas hay que mirar a las monjas para darse cuenta de ello.Así me encontraba yo en Rengo: en éxtasis completo por el solo hecho de mirarlas y desbordaba de alegría al oírlas cantar.


.Claro que no resultaría tan simple mi estadía en el monasterio. Al ser estudiante de canto lírico era inevitable la petición: “Sofía, sería tan lindo que cantaras para la comunión…”


Algo que sin previa preparación naturalmente no hago.


Pero cuando es la Madre Priora quien lo pide, es difícil negarse.Y entonces canté, tratando de aplicar lo que había ido a enseñar y aquello que ellas me habían enseñado.


Comulgué con ellas y luego entoné el “Ave verum Corpus” de W. A. Mozart. Fue un canto tranquilo, entregado y al terminar, mientras tomaba asiento, tiritaba y sólo se oía el silencio celestial de la Iglesia.


De pronto comenzaron a asomarse algunas lágrimas en las caras de las monjas: la hermana en frente mío lloraba y, sin querer, comencé a llorar también. Eran lágrimas silenciosas, profundas e intensas… ¡era alegría, plenitud del alma!


Lo que uno siente al haber entregado toda a Dios.Ahora queda claro: ese aliento que mueve el “arpa” que hay dentro nuestro es el Espíritu Divino y sólo hay que dejarlo “hacer música”.


"No apaguéis el Espíritu." 1Tes 5,1

5 comentarios:

ella dijo...

comprendo esa emocion, la he vivido
Un abrazo

Katina dijo...

Hola Muxica , es algo tan bello que quise compartirlo , gracias x pasar x aquì. Besos.

ella dijo...

pues es cierto posiblemente lo mas parecido a Dios sea la música...
Un beso

Carol Crisosto dijo...

katy por que no nos cuenta tu experiencia please

Katina dijo...

Querida Carolonline :
creo que faltan palabras a veces para describir algunas vivencias , eso es lo que me pasa , es por eso que elegì este bello texto que me identifica y conmueve.